Alimentos adictivos
Algunos alimentos son droga. Puede
parecer la típica afirmación exagerada con la que nos justificamos cuando no
tenemos voluntad suficiente para parar de comer y seguimos, y seguimos haciéndolo. Pero no, es que los diseñan así. Son los llamados alimentos
adictivos.
Hace años hubo un escándalo
monumental en USA porque se demostró en los tribunales que uno de los lobbies
más importantes, la industria del tabaco, había investigado y creado a sabiendas
cigarrillos más adictivos añadiéndoles ciertas sustancias químicas expresamente
para ello. El caso concreto del proceso Brown & Williamson se recrea en la
excelente película The insider.
Cómo los alimentos adictivos se llevan al huerto a tu cerebro
Al igual que ocurre con el tabaco,
la industria de los alimentos quiere elaborar productos que sean del gusto del
consumidor, y para eso tiene un arma secreta: seducir a nuestro cerebro.
Nuestro cerebro, el manager de nuestro cuerpo, también tiene sus debilidades:
Le encanta la comida con mucho sabor, cuyo gusto perdure en la boca, y si puede
ser, cremoso, con textura. ¿Y cómo lo consigue la industria? Añadiendo
potenciador de sabor y grasas, pero eso sí, que sean indetectables, porque si
no, te saciarías enseguida, te parecería grasiento y comerías poco. Para ello utilizan
el glutamato monosódico, un nuevo sabor creado
químicamente (el umami), y grasas diseñadas artificialmente. A veces
naturales, pero baratas y nocivas, como el aceite de palma.
Así se llevan al
huerto a tu inocente cerebro, como ocurre con la cocaína u otras drogas. Eso
significa que casi la totalidad de los alimentos procesados que encontramos en
el supermercado tienen un aporte calórico muy superior, si los comparamos con
los que compraban nuestras madres en la época del cuéntame. Y además, te hacen
adicto. No es casualidad por tanto que la nueva pandemia del siglo XXI sea la
obesidad.
Para más inri, las grasas de este
tipo no aportan nada, sólo calorías vacías, a diferencia de otras como el
aceite de oliva, el omega 3 o las de los frutos secos, que tienen vitaminas y
otros elementos beneficiosos. Aquellos bollos de pueblo que incluían panceta en
su composición se desecharon porque las grasas animales producían colesterol,
pero las han sustituido por otras artificiales peores, que producen grasa parda
en tu abdomen, que obliga a tus pobres vísceras a vivir mal y trabajar en
ambiente tóxico.
Solución contra los alimentos adictivos: Las truco-recetas de Miki Blue
El asunto está en que ir a comprar alimentos frescos es
caro, y además en determinados casos tardas mucho en cocinarlos. Necesitamos
una solución, amigos. No podemos depender de los precocinados y también quiero tener
tiempo para tomarme un vino en el bar antes de comer. ¿Solución contra los
alimentos adictivos? Las truco-recetas de Miki Blue. Hoy empezamos con una.
Salgo del gimnasio a toda prisa porque me he entretenido
hablando con mi amiga de su nuevo ligue. Es sábado y se me echa la hora encima.
Ya no puedo prolongar los aperitivos hasta las 8 de la tarde como antaño. Así
que me voy al súper sudada y pillo rauda y veloz:
- Caldo de pollo aneto (brick pequeño de medio litro)
- Carne de pechuga de pavo (no lonchas de esas, ¡eh!, pavo de verdad. Viene en bandeja en el súper, no tienes que hacer cola en la pollería y pegarte con las viejas), medio kilo
- 2 cacitos de arroz integral brillante (no se nota que es integral, está ya hecho, y se puede saltear en sartén. Por cierto, no se nota la cáscara del grano, ¿será totalmente integral? Sospecho que no, pero bueno)
- Curry y pimienta
- 3 o 4 cucharadas de aceite de oliva
Y luego, muy fácil. Salteas el
pavo troceado con sal y pimienta en un wok o en una sartén grande que no se
pegue, le echas sal y pimienta, y cuando esté haciéndose, polvo de curry de
manera generosa y remueve todo el rato. Cuando esté ya casi hecho, añade los
dos cacitos de arroz integral brillante, removiendo para que se desmenuce bien,
y echa curry otra vez. Si ves que lo necesita, una cucharadita más de aceite.
Se va haciendo, y para que no se quede como una plasta, echa un chorrito del
caldo de pollo. Remueve. Luego ya, si te gusta más caldoso, echa un pelín más de
caldo. Apagas el fuego y dejas que se haga con el calor remanente, removiendo,
y lo apartas. Genial, ya está, tiene una pinta increíble y me puedo ir de
aperitivo tranquilamente. Después de tres Ribera de Duero y una buena
conversación vuelvo a casa, y no me han dejado casi nada. Buena señal.
Salvo que engañen en la
composición química o nutricional del producto, nada tiene grasas añadidas. Sólo las
cucharaditas de aceite de oliva que eché. Nutritivo, sano y rico.
Ahora sólo queda tirar la droga a
la basura, o sea, la bollería industrial de la despensa. Y estar atento, porque
al glutamato monosódico lo llaman de muchas maneras diferentes, y no te enteras
que lo estas tomando.