miércoles, 29 de junio de 2016

El rastro digital del votante

Well behaved women rarely make historyLas encuestas y sondeos de votos han fallado estrepitosamente. Hay quien augura la muerte de la demoscopia, porque eso de preguntar a la gente, que además miente si le apetece, es cosa del pasado.
Las grandes empresas toman decisiones sobre productos en base a los comportamientos de sus clientes. López Zafra en su blog Big Data, anima a seguir ese ejemplo en las predicciones de voto, y cita el caso de Netflix y Octo Telematics.
Pero claro, mi admirada Netflix tiene suscriptores, y Octo Telematics, empresa de seguros, los datos de la pericia de los conductores, que recibe a través de un dispositivo instalado en sus vehículos.

Cuando tú compras un bien o servicio es porque lo quieres, lo necesitas o crees que lo necesitas. Si además los ofertantes o vendedores tienen tus datos de cliente, saben dónde vives, edad aproximada, información de hábitos de pago con tarjeta, y otras muchas cosas más que no sabemos, caramba, tienen bastante información para acertar en lo que deseas o en predecir tu comportamiento. Dejas un rastro, una huella para analizar
Por tanto, si queremos saber qué va a votar la gente tendremos que analizar sus datos y la huella ideológica del mismo.
Pero, ¿qué rastro digital deja el votante? ¿Miramos sus comentarios en twitter? Lo cierto es que a menudo están exagerados, o actúan con avatares. Claro que, mirando la IP desde la que se conecta más frecuentemente podemos saber dónde vive o trabaja, lo que nos da indicios de su poder adquisitivo o clase social. Mas la vida no es twitter, y la mayoría de la gente no está en esa red social. ¿Entonces?
Monton de votos si o no

También podría darnos pistas comprobar los periódicos que lee en internet la persona en cuestión. Lo malo es que, si eres libre pensadora como es mi caso y lees en distintas fuentes, ¿cómo sabemos la tendencia que le resulta más simpática? ¿A la que más frecuente acude?

Otra cosa que se podría hacer sería poner chips invisibles a los periódicos del kiosko, disfrazados de pegatina/cupón, (risas), y ver en qué casa aterriza, porque como se paga en efectivo es más difícil saber acerca del adquirente, ¿no? (más risas).
¡Ah espera! Los periódicos tienen también datos de sus suscriptores, por venta de periódicos o por chorra-promociones variadas, así que podemos intuir la ideología del sujeto. Como el negocio de los periódicos está de capa caída, seguro que sus dueños aceptarían de buen grado la venta de esos datos. Es morir o sobrevivir. Y las teles también. Si ves mucho la Sexta, ya sabemos de qué pie cojeas amigo, ¿eh? Pues la verdad, no siempre es así.

Hace no mucho oí que unos inocentes electrodomésticos como tostadoras, llevaban chips con propósitos similares a la broma del chip/cupón sin que los consumidores lo supieran. No es conspiranoia, el internet de las cosas está ya aquí y lo venden como la panacea.

Todo esto es bastante inquietante, y sin duda el sueño de cualquier poderoso. Un anillo para gobernarlos a todos y sin que se den cuenta.
El Leviatán de Hobbes
Leviatan Hobbes
o el anillo único de Tolkien, qué más da.

Hay una pequeña luz de esperanza, creo. Tú compras el bien o servicio porque quieres, lo necesitas o crees que lo necesitas. Sin embargo, el voto no es un bien o servicio. Muchas veces no votas lo que quieres. Votas en contra, esto es, para que no salga fulano o mengano. Es como si compraras, no lo que necesitas, sino algo diferente, el mal menor, que tampoco es exactamente lo opuesto a lo que deseas. Espero que esta pequeña operación sea de momento demasiado complicada para ser analizada en términos de ceros y unos o en modo if/not. Y que no le pregunten al algoritmo de Google por favor. Algunas veces dan ganas de tirarse al monte para escapar de los tentáculos que intentan agarrarte, la verdad.


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